Muchas veces al caminar hacia el Señor, nacen temores
profundos, y de pronto todo alrededor dice a gritos que es mejor huir, que no
vale la pena seguir, que es mejor dejarlo todo, pero al caminar junto a Jesús y
María aprendes poco a poco que esos sentimientos no deben hacerte desistir; y
en ese momento el corazón, en donde esta escrita la ley del Amor, da un salto de
confianza, de fe, de amor; pues aunque vengan esos temores, el alma sabe a quién
le pertenece y siempre buscará volver a su primer Amor.
Jesús es el único Amor que puede llenarnos
verdaderamente, por eso cuando haya temor o dolor no debemos olvidar que Jesús
ya lo sufrió todo primero para que al regresar la mirada hacia Él nos demos
cuenta que no estamos solos, que el mismo Dios está sufriendo a nuestro lado.
Si no creemos en su Amor, miremos la cruz; que
sacrificio más grande, que renuncia de sí tan perfecta, Dios se arroja de los
Cielos para morir por nosotros, y desde esa cruz Él grita deja que te consuma el
fuego de mi Amor, confía en Mí, pues yo confío en ti. Ante esto sólo podemos pensar que si Él que nunca
nos falla confía en nosotros que le fallamos constantemente, ¿cómo podemos
temer?, ¿cómo podemos pensar por un sólo instante que Él dejara que caigamos?
Dios nunca nos niega nada, su Amor es tan grande que Él constantemente esta luchando por nosotros, para que sus pequeñas ovejitas regresen al rebaño (Mt 18, 12-14); el Señor día a día nos enseña a confiar en Él, pero es nuestra decisión confiar o no, sin embargo Él siempre estará esperando que nos atrevamos a dar ese salto de confianza a sus brazos abiertos para nosotros.
Como decía san Agustín "Dios nos ha creado para
Él, y nuestro corazón no descansará hasta que descanse en Él", es
primordial que tomemos una decisión: quedarnos paralizados por el temor y el
dolor o vivir el Amor que Dios nos tiene a plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario